sábado, 18 de mayo de 2013

Secretos del corazón

Quizá fue el viento nocturno, que trajo consigo esa brisa tan melancólica que tanto me embelesa y me domina. Quizá son mis emociones, expresándose en pequeñas dosis que pueda soportar. Sea por lo que fuere, poco a poco empiezo a comprender todo aquello que quería comprender y lo que es más importante, empiezo a comprenderme. La gente tiende a pensar que la mejor forma de evitar los problemas es ignorarlos. Algunos, saben que tarde o temprano, la mejor forma es afrontarlos. Pero no sabría decir cuanta gente en el fondo sabe cómo hacerlo. Yo no lo sé, pero creo atisbarlo en una pequeña reflexión.

Tenemos miedo a todo eso que sentimos. Lo encerramos en la profundidad de nuestro ser y lo escondemos donde nada ni nadie pueda perturbarlos. Son nuestros pequeños secretos del corazón. Como escribió Rothfuss en su libro:

"Los secretos del corazón son íntimos y dolorosos, y queremos, ante todo, esconderlos al mundo. No se hinchan ni presionan buscando una salida. Moran en el corazón, y cuanto más se los guarda, más pesados se vuelven. Teccam sostiene que es mejor tener la boca llena de veneno que un secreto del corazón. Cualquier idiota sabe escupir el veneno, dice, pero nosotros guardamos esos tesoros dolorosos. Tragamos para contenerlos todos los días, obligándolos a permanecer en lo más profundo de nosotros. Allí se quedan, volviéndose cada vez más pesados, enconándose. Con el tiempo, no pueden evitar aplastar al corazón que los sostiene."

A pesar de esto, lidiar con ellos es lo único sensato que se puede hacer. En el fondo tan sólo se trata de, poco a poco, ir aceptando todos esos sentimientos tan abrumadores. No apartarlos, ni echarlos en el olvido, sino hacerlos tuyos. Asumirlos. Superarlos. Es muy duro asumir la realidad, más de lo que uno podría pensar. Muchos creemos haber superado algo que ni siquiera hemos asumido porque nunca hemos tenido el valor de pararnos a pensar en ello. Y como leí en un extracto de Carlos Piera:

"El duelo no es ni siquiera cuestión de recuerdo: no corresponde al momento en que uno recuerda a un muerto, un recuerdo que puede ser doloroso o consolador, sino a aquel en que se patentiza su ausencia definitiva. Es hacer nuestra la existencia de un vacío".



jueves, 18 de abril de 2013

Echo de menos un buen libro.

En el fondo, él sabía que tendría que elegir. Él sabía que tendría que hacer algo, tomar una decisión y actuar en consecuencia. Su vida había cambiado desde el momento en el que le pusieron en aquella encrucijada, y si os soy sincero, sé que él no estaba preparado. Se miraba las manos, como si esperara encontrar la respuesta idónea en su piel. Quizá la encontrase, después de todo, nuestros secretos están grabados en nuestra piel. Incluso aquellos que aún desconocemos.
Sin dejar de mirarse las manos, murmuró: "Lo haré."

En aquel momento pude verlo. Su determinación. El hombre en el que se convertiría. Jamás había visto tanta confianza concentrada en un sólo punto. Sus manos, dejó de mirarlas, y entonces, desapareció.

Lo que fue de él, ya lo sabéis. Lo que hizo, creéis que lo sabéis. Lo que será de él...observad sus manos y quizá, si sabéis donde mirar, lo sabréis.


domingo, 14 de abril de 2013

Las cuatro puertas de la mente

"Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades.
La primera puerta es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor; pasando por la primera puerta.
La segunda puerta es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que “el tiempo todo lo cura” es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado."

jueves, 11 de abril de 2013

Ruido

Me levanto por la mañana sin la menor preocupación, como si el mundo a mi alrededor no fuera más que polvo en el viento, un viento vacío de sonido y movimiento, un viento inmóvil y manejable que yo controlo. Poco tarda en adquirir voluntad propia e intentar revelarse de su amo, con el sentimiento racional de liberarse del yugo de su opresor. 
A pesar de la derrota matutina, asumida, repetida y constante, enfoco mi mente a una nueva paz. Una capaz de hacer oídos sordos al viento enfurecido que cada día intenta hacer más ruido. Normalmente esa es la idea. Evadir el ruido. Normalmente lo consigo, salvo excepciones. 

Y esas excepciones, esas veces en las que el ruido es tan fuerte que en mis vanos intentos no consigo ignorarlo, son en las cuales afronto de la mejor forma posible el problema.  A veces se me da mejor que otras.

Aunque a veces, el ruido no viene de fuera, viene de dentro. No hay nada peor que el ruido que viene de dentro. 

Por eso, mi mente esquiva el ruido. Y por eso intento distraer mi mente. Para no pensar. Para no hacer ruido.